El apego ambivalente también llamado ansioso o resistente, se caracteriza por una necesidad de contacto con el otro. Tiene su origen en la infancia, cuando su principal cuidador/ano se mostraba predecible a las necesidades del niño/a. A veces atendía sus necesidades de forma satisfactoria y otras veces no, causando un estado de confusión y angustia.
Este sentimiento de sentirse abandonado vivido durante la infancia, va acompañando a la persona en la forma de vincularse. En la edad adulta, en los vínculos afectivos, se tiende a priorizar mucho a la otra persona y se interpreta algunos comportamientos en la relación como señal de abandono o falta de amor.
En nuestros primeros años de vida, necesitamos de nuestras figuras de apego para calmar nuestras necesidades y sobrevivir. Cuando se muestran intermitentes a nuestras demandas, comenzamos a entrar en un estado de alerta y de inseguridad que trasladaremos a nuestros vínculos luego, ya que nunca se cubrieron esas necesidades en la infancia del todo.
Los comportamientos que se pueden generar en este tipo de apego vienen caracterizados por altas demanda de afecto, atención y comprobación constante del amor de la pareja. En el apego ambivalente, se notan algunas veces comportamientos de control aunque en el fondo, no es el control hacia el otro lo que se busca, sino calmar el estado de alerta del miedo a sentirse abandonado(a).
En muchos casos se puede generar dependencia emocional por la prioridad que se le da a la otra persona. Las personas con tendencia a este tipo de apego se relacionan comúnmente con personas de apego evitativo, de esta manera reafirman sus patrones inconscientes de sentimientos de inseguridad, rechazo y miedo al abandono.
Recordemos que el estilo de apego es algo que se puede modificar y moldear para llegar a tener un apego seguro.
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